El “Fashioner” sueña con que su hijo llegue a ser un día presidente de Bolivia. Hasta le ha tomado algunas fotos con una banda presidencial y en traje de gala. “Quiero que estudie y tenga carácter y poder, pero para hacer el bien a la Patria —dice—. No quiero que sea como los vampiros que hemos tenido toda la vida y que nos han hecho un país tan pobre”.

El “Fashioner”, quien ha pedido reserva a su nombre y un breve matiz a su apodo, es un empresario que se ajusta al concepto de “qamiri”. Esa clase social cuyo auge en el último cuarto de siglo ha reforzado su identidad y se ha convertido en materia de estudio para sociólogos, antropólogos e historiadores. Bien se puede decir que, en Bolivia, ha cristalizado una élite de características únicas y de proyección internacional.

Tiene una profunda raíz étnica ya a partir de su propio nombre. Qamiri es un término aimara que mecánicamente se suele traducir como “rico” u “opulento”. “Se llama así a una persona de tener”, dice el “Fashion”. “Muchos restringen el significado qamiri a ‘rico’, pero no significa solo ser rico —explica la socióloga Tania Quilali—. Ser qamiri implica tener diferentes tipos de capitales; no solamente capital económico, sino capital cultural, capital social y capital simbólico”.

Tal cual explica Quilali, el capital cultural está relacionado con el uso de una serie de elementos, prácticas y rituales aimaras. Allí se hallan, por ejemplo, la ch’alla (ritual de estreno o renovación de bienes) y el ayni (práctica de cooperación social con características propias)El capital social son las redes sociales que van tejiendo a partir de relaciones, primero, parentales en sus negocios. Luego, éstas se amplían en las fiestas a nivel de compadrazgos que, a su vez, amplían su capital económico.

Todos esos capitales, entrelazados, dan pie a la construcción del capital simbólico. Éste llega en momentos consagratorios donde al nuevo qamiri se le reconoce el prestigio y honor. Sucede especialmente en grandes fiestas, como la del Gran Poder. Desde ese momento forma parte de esta creciente élite aimara.

  • Pasión por los negocios

Del “Fashioner” se recuerda que llegó muy jovencito desde una población cercana al lago Titicaca y a los valles interandinos. Empezó ayudando a unos tíos en el negocio de la importación de telas. Se independizó luego de casarse, aprendió sastrería y contrató empleados para que le ayuden en los dos rubros. La familia adquirió un taxi, luego un micro y uno más, y se rumorea que hicieron también dinero comprando y vendiendo lotes. Pero lo suyo siempre fueron las telas, que supo tanto importar como trabajar. De ahí su apodo.

“Los qamiris surgen en estos tiempos a partir del uso de vías comerciales que siempre usaban y también de los procesos de migración campo-ciudad —explica Quilali—. Prácticamente toda esa población migrante llegó sin dinero a la ciudad. Pero, a través del comercio, lograron a acumular, poco a poco, capital. Tienen un espíritu emprendedor comercial, una especie de pasión por dinamizar y diversificar el uso de su dinero. He conocido a personas que vendían piedra, luego carne de chancho. Tras otras inversiones, empezaron a traer autos chutos, después repuestos y así más inversiones, tras haber empezado con muy poco”.

El origen de los qamiris resulta casi legendario. El antropólogo Jorge Llanque, en su libro Qamiris aymaras, establece que ya en el siglo XV había comerciantes aimaras de llamas y luego de minerales. Se ubicaban en rutas socioestratégicas ideales para el intercambio de productos. Añade que llegaron a tener un especial status, tanto en tiempos de los incas como de la colonia.

“Su influencia fue tal que incluso recibieron tierras por parte de los incas en Cochabamba a fines del siglo XV (Rivière, citado en Medinacelli, 2010) —cita el texto que estudia el caso Oruro—. Tanto la fundación de la Villa de San Felipe de Austria a principios del siglo XVII como la de otros asentamientos (Turco, Salinas de Garci Mendoza) estuvieron relacionadas con la explotación de minerales. Todas las actividades giraban en torno a la extracción de las riquezas del subsuelo y su comercialización; de esta manera, se tejieron importantes redes de transporte y se crearon postas para mulas y caballos”.

Quilali también cita al libro Los trajinantes, de Luis Miguel Glave. En él se describen los circuitos que comerciantes aimaras realizaban desde las costas peruanas y por gran parte de territorio que hoy es Bolivia en tiempos de la colonia. Llevaban desde coca hasta alimentos con lo que llegaron a formarse familias de reconocido capital económico y social. Esos mismos circuitos hoy son transitados por los qamiris. La socióloga identifica fenómenos similares a lo largo de los siglos posteriores.

  • Internacionales

Así, el singular espíritu capitalista de este sector social suma varios siglos y circunstancias en su haber sin mayores retrocesos, sino todo lo contrario. El “Fashioner”, por ejemplo, celebra haber visitado países que nunca soñó conocer. “Me recuerdo que de chico viajaba en camión o en colectivos viejos, pero después he volado muchas horas seguidas en avión. Por eso quisiera que alguien modernice el país, pero sin abusar a la gente”.

El comerciante alude así al salto qamiri al siglo XXI que coincide con un auge iniciado a fines de los años 90. “Hay una última fase donde este sector se potencia mucho y es con la globalización —explica la socióloga Marité Zegada, entrevistada por la Agencia de Noticias Fides—. Hay un estudio de Nico Tassi y un equipo que hablan de la incorporación de estos sectores a la economía hipermoderna de la globalización. Yo he estudiado algunos casos específicos del mercado de la Uyustus (La Paz) de los vendedores de electrodomésticos, por ejemplo. Sorprende que ellos viajen dos veces a China a comprar productos específicos, inclusive establecen su propia marca para los productos que van a vender”.

El auge de los qamiris no sólo se advierte por los alcances de sus específicos circuitos comerciales, sino también por su expansión. La presencia de estos potentados aimaras hoy resulta fácilmente perceptible en prácticamente toda Bolivia, tanto en capitales como en fronteras. Es más, las fuentes consultadas aseguran que hay qamiris en las principales colonias de emigrantes bolivianos, tales como Buenos Aires o Sao Paulo.

Sin embargo, en medio de esa expansión y auge suman otra característica propia. “A pesar de estar conectados con un mundo tan hipermoderno, no han perdido sus características culturales fundamentales —dice Zegada—. Mantienen los lazos de parentesco, las redes sociales, los momentos de festividad y de ostentación, de vinculación social, de prestigio social. Son muy distintos a otros grupos que al vincularse con el mundo globalizado pierden sus características culturales propias”.

  • Sus millones

En cuanto al capital económico que han acumulado, los qamiris resultan proverbialmente herméticos ante cualquier indagación. Sin embargo, lanzan subliminal y soberbiamente algunos datos en sus adquisiciones de rigor o en sus fiestas consagratorias. Hace casi dos años, en marzo de 2019, por ejemplo, una pareja de qamiris estrenó en El Alto su propio edificio familiar de 12 plantas, ornamentado bajo el estilo “transfomer”. La fiesta inaugural sumó a 10 consagrados conjuntos musicales, entre ellos, uno de Argentina, otro de Chile y uno de Perú. Se calcula que la edificación costó cerca de 2 millones de dólares.

En 2010, un reconocido qamiri orureño, Vitaliano Mamani, rompió esquemas. Venció a competidores ligados a partidos políticos y fue nombrado presidente del club San José de Oruro. Horas antes de la definición, presentó a quien sería el director técnico y a cinco refuerzos de primer nivel. Aquella movida inclinó la balanza en su favor. También se recuerda casos como el de un pasante de preste que, en 2005, repartió las invitaciones a su fiesta recorriendo su provincia en un helicóptero.

“En fiestas, como la del Gran Poder, entre dos o tres parejas de pasantes llegan a gastar en promedio unos 70 mil dólares”, explica Tania Quilali, a manera de pauta. Y sobran las historias de adquisiciones de inmuebles o vehículos de alto tonelaje pagados al contado por qamiris.

Se los ha llamado la “burguesía aimara” o la “burguesía chola”, términos que Quilali refuta a la hora de marcar otra particularidad. “Los qamiris no son en sí burgueses porque no tienen una relación antagónica de clase, patrón-obrero, con quienes trabajan para ellos. Por otro lado, para ser burgueses debían tener una alta relación con la política, pero ellos no tienen una ideología política como tal. Tienen sus propias formas de reproducción, están en el sistema capitalista, pero ellos construyen su propia versión”.

  • Poder político

Sin embargo, esta élite tuvo en las últimas décadas ciertos acercamientos a la política formal. Fueron tan discretos como contados. Así lo afirma el historiador aimara Pedro Callisaya. “Quienes primero se acercaron a los qamiris fueron los del Movimiento Katarista de Liberación (MKL), a mediados de los años 90 —asegura—. Fernando Untoja tuvo esa iniciativa y también el grupo de Víctor Hugo Cárdenas”.

Callisaya comenta que, especialmente, dueños de estaciones de servicio e importadores de automotores apoyaron a aquellos movimientos. “Untoja, como es economista, advirtió que los qamiris eran fuertes económicamente, pero no tenían formación política —dice el historiador—. Se acercó a ellos y no lo recibieron mal. Luego, otros partidos políticos intentaron atraerlos a través de las fiestas, pero no lograron gran cosa. Con el MAS hubo ciertos apoyos, pero básicamente de interés, no de identidad”.

Así esta singular clase social, paralela a la burguesía tradicional y periférica al poder político, marca sus días. Quilali abre una interrogante: “La mayor interrogante es qué rol jugarán los hijos o nietos de los qamiris en el futuro. En algunos casos ya se advierte que no están reproduciendo estas formas sociales aimaras, sino que van adquiriendo hábitos globalizados”.

Si lo sabrá el “Fashioner”, quien si algo lamenta al ver a su hijo presidenciable, son sus gustos musicales. “Se consigue música rara y anda renegón en las fiestas, y eso no me está gustando”, confiesa. Suspira reflexivo, como abriendo nuevas vetas de investigación para sociólogos, historiadores y antropólogos.

Por: Los Tiempos

Por Condori Luis Pedro

Diseñador y Administrador de Noticias en la Web

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