Encaramados a unos diez metros del suelo, Andrei y Alex quitan el espeso manto blanco que cubre el tejado de un edificio de Estocolmo, mientras su colega se asegura de que no caiga sobre los peatones.

Desde el comienzo del año las nevadas han vestido de blanco la capital sueca. Los pájaros han dejado el sitio a ejércitos de «barrenderos», que suelen trabajar durante el año como techadores. Su misión: velar por la seguridad.

En este soleado día invernal, desde lo alto del tejado, Andrei y Alex ven cómo se despereza Gamla Stan, el casco histórico de Estocolmo.

«Aquí sobre el tejado, mirando el cielo, sientes libertad«, cuenta Andrei, ajeno al frío cortante.

Con cuerdas, mosquetones y arneses de seguridad colgando de la cintura, sube los pocos peldaños que le quedan de una escalera instalada en el tejado.

paladas van sacando la nieve sobre el zinc. El ruido rompe la tranquilidad matutina en el barrio.

Se quita la nieve de los tejados para «velar por la seguridad de las personas» y también para «mantener los edificios», algunos de ellos centenarios, explica el treintañero, que es techador desde hace diez años.

«Si hay demasiada nieve en el techo, pesa mucho«, añade.

Lo hacen con gesto fluido y seguro. No deben perder tiempo, les espera otro tejado.

La seguridad es primordial. «Es la regla número uno y aquí no se pueden cometer errores, si cometes uno, puede ser el último», afirma.

A principios de febrero, en el norte del país, uno de sus colegas resultó gravemente herido mientras quitaba nieve de un tejado en Umeå. Al parecer no llevaba arnés.

El peligro es una realidad tanto para los principiantes como para los más experimentados, pero Andrei reconoce que al principio «daba miedo, pero después de un tiempo te acostumbras, es un trabajo como cualquier otro, ya no piensas en ello».

Por Condori Luis Pedro

Diseñador y Administrador de Noticias en la Web

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