La Covid-19 forzó cambios generales en la sociedad, un antes y un después en la vida de la humanidad. Sobre los efectos de este casi año de pandemia OH! conversó esta semana con el destacado psicólogo Carlos Velásquez Olguín.  

– ¿A qué se asemeja el impacto psicológico de este cambio tan fuerte en la sociedad? Hay quienes lo comparan con una guerra. ¿Es así?

– Sí, se asemeja a lo que diversas poblaciones han vivido como una guerra, pero hay importantes diferencias. En un periodo de guerra la gente sabe protegerse, entiende que debe emigrar y que puede huir de ese lugar peligroso. En este caso no sucede eso.

En una guerra uno sabe quién es el enemigo, puede observarlo, pero en esta situación no hay un enemigo visible. Lo cual incrementa el desconcierto. Cuando se viven guerras hay ataques a poblaciones, hay disparos, explosiones, sonidos, en suma, hay señales. En este caso no hay señales, es tan silencioso que uno no sabe si está hablando con alguien que está contagiado y es asintomático, o no sabe si en un momento se va a enfermar. Uno desconoce al enemigo y eso es lo complicado.

Por eso hay personas que dudan de la existencia del virus, pareciera que necesitan visualizarlo para aceptar el hecho. De todas maneras, la situación es similar a la de una guerra porque hay un gran temor a la muerte. En la medida que este miedo acompaña a la incertidumbre, a no saber cuándo acabará todo esto, genera un estado de inconformidad. Probablemente podamos asociar ese estado a reacciones inadecuadas, impulsivas o agresivas.       

– ¿Qué tipo de fobias, manías y trastornos en especial se han incrementado a raíz de la pandemia y sus consecuencias?

– No se han generado patologías como las fobias, no cambió el panorama de la gente que las tenía. Sí se produjeron diferentes formas de trastornos de ansiedad. La ansiedad tiene como base el miedo. Al incrementarse el miedo al contagio, a su vez, impulsaba el miedo a la muerte, ya sea de uno o de los seres queridos.   

Todo el proceso, sus etapas y características, desde la sorpresa inicial hasta las reacciones frente al segundo brote y el anuncio de las vacunas, han afectado a las personas en general y en ese escenario se pueden destacar varios elementos. El primero, ya dicho, el miedo. Miedo, especialmente entre las personas que fueron muy afectadas por el virus o tuvieron familiares que han fallecido por esa causa.

Un segundo elemento es el cambio de hábitos, especialmente los de limpieza. Las personas limpian mucho todo lo que compran o usan. Paralelamente, también ha surgido la dualidad de crédito y descrédito hacia la información que se recibe. Crédito, al buscar información sobre lo que se debe hacer y consumir para evitar la enfermedad. Descrédito, ante el cambio de versiones sobre lo que se ha dicho que valía y luego se le dice que no sirve.          

– ¿Y en el caso de las relaciones de pareja?

– A raíz del encierro, especialmente, hubo un incremento en la conflictividad relacional. Sin embargo, las parejas que tenían una consolidación anterior, es decir, funcionaban bien antes, funcionaron bien durante el confinamiento. En cambio, en las parejas que tenían problemas de funcionamiento anteriores a la cuarentena los problemas se agudizaron. Por ello, en la época en que se flexibilizaron las medidas, se incrementó la cantidad de separaciones.       

– ¿Qué efectos tiene en una sociedad la muerte como fenómeno cada vez más frecuente, como cosa cotidiana y cada vez más cercana? ¿Llegan la indolencia, la costumbre?

– Se dice que 10 mil muertos son una estadística, pero que un muerto en una familia es una tragedia. Eso es lo que está viviendo individualmente cada familia. La pérdida de uno o más familiares o de personas cercanas está generando, junto a la obvia tristeza, el miedo a morir. Todos sabemos que vamos a morir, pero nadie está muy apurado por llegar a esa condición. Entonces estas circunstancias hacen que las personas sientan esencialmente miedo.

Sin embargo, en el entorno social, en general, a medida que vemos morir a una mayor cantidad de personas, entre conocidas y no conocidas, empezamos a vivir con ese fenómeno. Comparativamente con lo que sucedía hace unos cinco años, cuando nos enterábamos que alguien fallecía, por cualquier causa, lo entendíamos como algo penoso. Podíamos, de alguna manera, condolernos. Hoy las redes sociales se han vuelto una especie de obituario, y empieza a surgir el fenómeno de la indolencia.

Hay tanto dolor, sea por las urgencias o por las muertes, que nos estamos acostumbrando. Eso es muy grave porque generará la posibilidad de que disminuya la empatía, de sentir lo que siente el otro. Al hacerse algo normal que la gente muera, se perderá el miedo y se rebajarán también las medidas de prevención.

– ¿Qué tanto puede influir el miedo al virus para que se produzca una somatización? Oí que hay gente que de tanto temor se enferma psicológicamente y predispone su salud a cosas peores. Dicen que llegan a tener todos los síntomas que caracterizan a la Covid. ¿Es así?

– Es una población muy pequeña, una población que tiene una patología vinculada a un trastorno de ansiedad de base. Ya tenía una alteración, y la pandemia, la cuarentena han implicado una exacerbación, se ha hecho mucho más fuerte en esas personas. Quienes tienen estas características son muy permeables a la ansiedad, son muy miedosas, popularmente se dice que son “muy nerviosas”. Es muy probable que ante la posibilidad de tener un contagio empiecen a generar síntomas.

Los síntomas son la expresión subjetiva de una molestia que no se tiene. En las personas muy permeables a la ansiedad, de alguna manera, cualquier molestia es asociada al contagio. Esto lleva a que la persona exagere la sintomatología que tiene. Puede ser un resfrío o menos, pero la persona lo asociará con el virus y el contagio. Es muy llamativo como funciona el ser humano, todo lo que nos vamos diciendo nos va afectando. Si a un niño se le repite constantemente que es un tonto, él se considerará así y empezará a hacer cosas con esas características. No es un tema metafísico, sino que la información verbal es asumida, asociada, procesada y hace que se actúe en consecuencia.

En este caso la persona se repite: “Me voy a enfermar, me voy a enfermar”. Entonces empieza a producirse una mayor sintomatología. Pero esta somatización afecta a personas que tienen un trastorno de ansiedad de base.                       

– Otro tipo de resortes también generan niveles de agresividad entre quienes se alinean a rajatabla con las medidas de bioseguridad y quienes hacen lo contrario. ¿Nos puede explicar qué pasa en ese escenario?

– Sí, han surgido dos grupos: el de la gente que intenta cuidarse, que busca no enfermarse; y el grupo de quienes voluntaria o involuntariamente han relajado su control. Entonces se ha producido un enfrentamiento con características agresivas. Se agrede porque el otro no hace lo que él quiere que haga. Las personas más agresivas son aquellas que temen ser contagiadas, las que se contagiaron y sobrevivieron o quienes perdieron familiares a causa de la Covid.

El dolor que sintieron esas personas, en muchas ocasiones, se transforma en agresión. Es como decir: “Yo te ataco para que te duela lo mismo que me ha dolido a mí”. También puede entenderse bajo la lógica de “si no entiende por las buenas, que entienda por las malas”. Sin duda, se ha incrementado el nivel de agresividad en las personas, sobre todo a nivel verbal. Al mismo tiempo, muestra con mayor claridad el miedo que se le tiene a morir.

– ¿Qué efectos tendrán en la formación de los niños la pandemia y sus consecuencias?

– Basados en lo que ha pasado en lugares donde hubo guerras, se podría generalizar ciertas previsiones. Primero, es muy probable que tengamos niños con mucho mayor miedo a morir, se cuidarán mucho más a sí mismos. Segundo, serán menos sociales, en el sentido del contacto real y físico.

El aislamiento y que se hayan hecho virtuales múltiples actividades los acostumbrará a que este tipo de conductas sean las más habituales. Asimismo serán más tecnológicos. Cuando sean adolescentes y adultos andarán inseparables de sus medios digitales porque han sido los medios por los que se han vinculado. Probablemente también su sensibilidad se vea afectada. En algunos casos se volverán más sensibles debido a las pérdidas, mientras que en otros serán menos sensibles debido al bajo contacto social.

En el marco educativo, los educadores señalan que un año que no se pase clases puede ser muy complejo, en especial para los más pequeños. En ellos la memoria todavía no se ha terminado de consolidar. Habrá que ver qué efectos tuvo el tiempo de solo clases virtuales.       

– ¿Y a ustedes los psicólogos cómo les afectó el shock de la pandemia?

– Primero que cambió la forma de atención a los pacientes. En el ámbito clínico, la mayor parte, sino el 100 por ciento de los psicólogos empezamos a atender de manera virtual. Esto porque se trata de atenciones de alto riesgo dada la constante charla, proximidad y ambiente cerrado. La mayor parte de los colegas con los que conversé no notaron mayor diferencia.

La pandemia ha hecho también que se incremente en muchas personas la necesidad de una intervención psicológica. Se atiende sobre todo casos de irritabilidad, depresión y problemas de relacionamiento personal con los familiares. Para los casos en los que se sufrió la enfermedad, se trató mucho el miedo y la recuperación del desarrollo de sus actividades. La pandemia ha sido algo parecido a un accidente. Se ha observado muchas veces estrés agudo y, en el tiempo, estrés postraumático.

La experiencia de enfrentar de muy cerca la posibilidad de morir es algo extremadamente traumático. El aumento de miedo a la muerte ha inducido a que haya un mal relacionamiento con los entornos familiar o laboral.                  

Por Condori Luis Pedro

Diseñador y Administrador de Noticias en la Web

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