Hoy se cumple exactamente un año desde que los bolivianos recibían la noticia, en medio del temor y la incertidumbre, que el coronavirus había aterrizado al país con la confirmación de los primeros dos casos positivos, en dos mujeres provenientes del exterior, una que había llegado a Santa Cruz. En todo este tiempo, este enemigo invisible que no se relaja se ha llevado la vida de más de 5.300 personas en Santa Cruz y las esperanzas, centradas en la vacunación, apuntan a un control de la enfermedad en seis meses, cuando se alcance una inmunización de rebaño.

A partir de marzo de 2020 no pasó mucho tiempo para que los casos comiencen a aumentar, a pesar de que a partir del 22 del mismo mes la población comenzó a cumplir una cuarentena rígida. Desde el registro de la paciente cero, el virus se fue replicando y pronto sacó a relucir las deficiencias en el sistema de salud, las cuales se han ido arreglando en el camino.

Los meses de mayo, junio y julio fueron los más críticos, trajo dolor y desesperación a las familias, aunque reinaba la incredulidad en algunos ciudadanos que se resistían a cumplir con el uso del barbijo como principal barrera de protección, pero a partir de agosto la curva epidemiológica fue mostrando un descenso. En septiembre se había llegado a la tan esperaba meseta de transmisión baja, en la que los casos por semana se mantuvieron estables. Sin embargo, era temprano para cantar victoria porque en diciembre vino una segunda ola, que se prolongó hasta febrero y que registró su mayor pico en enero, con 22.521casos, superando todos registros mensuales de toda la pandemia.

El gerente de Epidemiología del Servicio Departamental de Salud (Sedes), Carlos Hurtado, recuerda que la pandemia nos afectó en todos los aspectos de la vida, “nos movió toda la estructura en el trabajo, en la salud y en el diario vivir” y que en el aspecto epidemiológico “hemos transcurrido dos fenómenos epidemiológicos importantes: uno que se dio entre mayo y julio; y el otro, que abarcó entre diciembre y febrero. Si comparamos los dos fenómenos, el segundo ha sido más intenso, porque hubo mayor cantidad de casos y mayor número de pacientes en terapia intensiva”, dice.

Para el epidemiólogo del Sedes, actualmente nos encontramos en una situación expectante, con una desaceleración de la curva, pero cree que falta mucho para hablar de un control de la enfermedad. Según las proyecciones esto podría darse recién dentro de seis meses, cuando se logre una inmunización de rebaño, pero, para ello, se precisan al menos dos millones de dosis para vacunar masivamente a la población cruceña. Además, insiste en que la vacunación será efectiva si no hay un relajamiento de la bioseguridad.

Recurriendo a los datos oficiales, Hurtado indica que el año de la pandemia nos encuentra bordeando los 90.000, los 5.344 fallecidos, una letalidad acumulada del 5,9% y salas de terapia intensiva aún saturadas, porque a pesar de que la gente ya sabe cómo cuidarse y tienen al alcance medicamentos, la agresividad del virus parece haberse acentuado en esta segunda oleada.

Patricio Gutiérrez, vicepresidente de la Sociedad Boliviana de Terapia Intensiva, filial La Paz, recuerda que al inicio de la pandemia había 450 camas en las Unidades de Terapia Intensiva y un año después hay 600; sin embargo, faltan otras 600 para cubrir la demanda de este servicio fuera de la pandemia.

Asegura que actualmente las camas de estas unidades están empezando a disminuir porque los contratos están finalizando. “No se han establecido ítems para nada, todos han sido procedimientos temporales, no se ha dispuesto un presupuesto serio para enfrentar a la pandemia”, reclama.

Observa que otro problema es la resolución ministerial 043/2021, del 27 de enero, en el que se establece topes máximos para los precios de atención en el sector privado, pero han registrado precios tomando en cuenta cálculos del sector público, siendo que las clínicas no tienen subvención, lo que está llevando al cierre de unidades de terapia intensiva del sector privado.

Complementa que esta pandemia, desde el punto de vista científico, nos ha enseñado que el virus muta y en ese camino, al parecer, los pacientes que han enfermado en la primera ola sufrieron un virus diferente a los que enfermaron en la segunda.

La intensidad y la gravedad ha sido diferente, más acentuada en la segunda oleada. El promedio de un paciente en terapia intensiva es de un mes, con un tiempo mínimo de dos semanas y un máximo de seis semanas.​

Vacunación

En este momento, las autoridades centran sus esfuerzos y recursos en la vacunación de la población, como una de las principales estrategias para derrotar el coronavirus. La inmunización, que arrancó el 29 de enero, teniendo como prioridad la protección del personal de salud, continuará con las personas con enfermedades base, para luego seguir con los adultos mayores y la población sana.

En Santa Cruz ya se han aplicado 26.337 dosis, lo que alcanza al 50% del personal de salud y se están vacunando un promedio de 500 personas por día en los cuatro centros de vacunación del personal de salud.

“Esperamos con esta inmunidad de rebaño controlar la enfermedad en unos seis meses”, insiste Hurtado.

Personal de salud

Cuando la primera oleada mostraba su peor lado, se dan los primeros decesos del personal de salud. El primero es el de la enfermera de Montero, Fanny Durán Cuéllar, que perdió la vida con siete meses de gestación. Una semana después, muere también Disneyda Vare Suárez, otra enfermera que trabajaba en el hospital Germán Vaca Díez, en Roboré. Ambas dejaron niños huérfanos. A partir de ellas, el Gobierno nacional promete un seguro de vida para el personal de salud que fallezca en la primera línea de lucha contra el Covid-19, pero ahora siguen en la lucha por hacer efectivo el pago de este beneficio.

El audio de la enfermera de Roboré circuló por redes sociales, con la voz entrecortada puso la piel de gallina hasta al más insensible. Morir asfixiado debe ser la peor de las sensaciones y Disneyda lo estaba viviendo en carne propia. Aprovechó lo que le quedaba de aliento para mandar un mensaje de audio a su familia para hacer el último encargo de su vida: “cuiden a mis hijas (de 10, 7 y 4 años) y asegúrense de que reciban mi indemnización”.

El presidente del Colegio Médico Departamental, Wilfredo Anzoátegui, señala que han perdido 98 médicos (68 en la primera ola y 30 en la segunda), pero el número es mayor cuando se contempla a profesionales y trabajadores del sector salud, que llegan a alrededor de 168 en la ciudad capital.

Para Anzoátegui la pandemia enseñó a trabajar en equipo. “Esta enfermedad nos ha dejado como enseñanza el poder dar solución a las diferentes complicaciones con lo muy poco que tenemos, y me refiero al equipamiento, a los recursos humanos”, dijo Anzoátegui.

Indicó que ahora queda el reto de seguir aprendiendo sobre esta enfermedad, que evoluciona cada vez, porque las complicaciones son diferentes de un día para otro.

Coincide en que en un tiempo el panorama puede ser distinto, pero insiste en que por sí sola la vacuna no dará la efectividad esperada si no se toma junto con otras medidas, por eso es importante que esté acompañada por medidas restrictivas como horarios y un buen cumplimiento de las medidas de bioseguridad.

La ciudadanía pone su esperanza en recibir el antídoto.

Por Condori Luis Pedro

Diseñador y Administrador de Noticias en la Web

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