GONZALO SÁNCHEZ |

Benito Mussolini fundó el fascismo mediante una forma de populismo muy presente en nuestro tiempo y que está “aún en fase ascendente” en la Europa de la pandemia, sostiene Antonio Scurati, el autor de una monumental tetralogía sobre el Duce.

Scurati (Nápoles, 1969) sigue descifrando al hombre que vistió a Italia con la “camisa negra” en esta novela, que ya ha llegado a millones de personas y que pronto tendrá su versión televisiva.

Tras su aclamada primera parte, M. El hijo del siglo (2018), el escritor publica ahora en español M. El hombre de la providencia, que cuenta cómo entre 1925 y 1932 Mussolini toma las riendas del país para desmantelar fatalmente su democracia.

Es el momento en el que el fascismo cristaliza en una dictadura con el plácet de la Iglesia, la industria o el Ejército y gracias a la “seducción” de un populismo que, según el escritor, sigue muy vigente y amenazante en la Europa actual.

“No creo que el espectro del fascismo deambule por Europa (…). La sombra que se extiende va ligada a una forma de populismo autoritario de derecha”, apunta Scurati desde su casa en Milán (norte de Italia).

—¿Mussolini es una consecuencia de su tiempo o al revés?

—Es una pregunta crucial. Hay un vínculo muy fuerte entre la época y el individuo. Probablemente es un proceso circular, no hay una única dirección de causalidad, pero los años 20 y 30 del siglo XX precipitaron a Europa y al mundo hacia un proyecto totalitario.

—Ahora nos encontramos a un Mussolini mesiánico.

—Demasiada gente se dejó seducir por la idea de un individuo con dotes fuera de lugar que, con un gesto brusco y violento, pudiera resolver la gran complejidad de la vida moderna. En el fondo, la seducción totalitaria de Mussolini conllevaba una promesa de simplificación de la vida y eso creó una enorme expectativa y apoyo.

—Hablamos de una conducta muy actual con políticos que prometen soluciones fáciles a problemas complejos.

—Absolutamente. Uno de los motivos del gran éxito del libro es que, aunque hable de hechos de hace cien años, el lector lo usa como un mapa cognitivo para orientarse en el presente. No es intencional por mi parte, pero escribiendo siento esas simetrías entre entonces y hoy. Pero creo que es equivocado buscar esas similitudes en el rasgo fascista de los líderes actuales. Es más fuerte el rasgo populista. Mussolini no sólo fue el fundador del fascismo, sino el inventor de una tipología del líder populista que aún hoy domina la escena. 

Y la seducción populista siempre posee un rasgo autoritario, en buena parte porque se funda sobre esta promesa de simplificación brutal de la complejidad de la vida y de las sociedades modernas, esto es muy seductor y confortante para gran parte de la ciudadanía, pero también muy engañoso.

—¿Cree que la pandemia dará alas al populismo?

—La pandemia ha representado un punto de parada porque, cuando la situación se hace grave, los pueblos que por mucho tiempo no vivieron un drama histórico acuden a personas serias y toman distancia del rasgo más histriónico y propagandístico de la política. Pero en la parábola histórica, el populismo está aún en su fase ascendente.

—Pero parece que la salida de la pandemia está cerca.

—A la salida del túnel se prevé una crisis económica y social terrible que esta pandemia ha generado y de la que aún no percibimos las consecuencias porque todavía estamos en una fase de emergencia en la que la economía está apoyada por las ayudas del Estado. No quiero decir que lo peor vendrá después, pero deberemos medirnos con una crisis económica y social muy dura respecto a la cual no existen soluciones y respuestas.

—¿Atisba la sombra del fascismo en la política europea?

—No creo que el espectro del fascismo deambule por Europa. Hay sin duda voces neofascistas y neonazis predominantemente en el este europeo, pero no solo, también en el oeste. A mi juicio, la sombra que se extiende por Europa es mucho más vasta y está vinculada a esta forma de populismo autoritario de derecha que, a pesar de no descender en línea directa del fascismo histórico, tiene muchas características, no todas. Por ejemplo la violencia física no es una de sus características y fue una diferencia fundamental, esencial y originaria del fascismo histórico.

—En su libro leemos cómo parte de la prensa defendía entonces a Mussolini y parece que la famosa “Paradoja de la Tolerancia” jugara a su favor. ¿Qué hacemos con el populismo?

—Combatamos con ideas, batallas de compromiso y civismo. El fascismo demuestra que debemos comprender que no es algo que esté por descontado que la democracia resistirá. En los últimos setenta años nos hemos acostumbrado a dar por seguro que la democracia existirá, como si fuera algo natural, pero no es así. La democracia está en una pequeña parte del mundo, occidente europeo y Norteamérica, es reciente en la historia de la humanidad, precaria, amenazada por muchos enemigos internos y externos y abandonada por muchísimos ciudadanos ya preparados para cambiarla por una promesa de protección. 

Hemos percibido nuestra existencia individual como ajena a una dimensión colectiva. Creo que esta burbuja hoy ha explotado. Debemos reconquistar un sentimiento de la historia, y es por lo que escribo estos libros.

¿SE EXAGERA USAR LOS CONCEPTOS DE FASCISMO?

“Absolutamente sí. Creo que el uso irresponsable de estos términos denota una regresión de la dialéctica y del debate democrático. Hay una polarización a los extremos también en un modo propagandístico, infantil, que demuestra un debilitamiento de la vida democrática”.

Por Jesus

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