Pese a graves problemas de gestión, Alberto Fernández no enfrenta a una oposición fuerte en Argentina. | EFE

Entre 2015 y 2019, todo parecía indicar que el clásico péndulo político latinoamericano giraba hacia su extremo derecho por una década o más. El efecto dominó o efecto en cadena se sentía especialmente en Sudamérica con los cambios que se habían producido en Brasil, Argentina y Colombia, que luego llegaron a Ecuador, Bolivia y Uruguay.

A fines de 2019, prácticamente sólo Venezuela mantenía un gobierno alineado con el denominado Socialismo del Siglo XXI en el subcontinente. En Bolivia, a principios de noviembre, una convulsión social había puesto fin al régimen de Evo Morales, tras 14 años en el poder. El gobierno que le sucedió se hallaba compuesto por figuras marcadamente opositoras a Morales y su partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS). En Uruguay el derechista Luis Alberto Lacalle ganó las elecciones poniendo fin a 12 años de gobiernos de izquierda.

En el resto del continente, sólo Cuba, Nicaragua y, más moderadamente, México contrariaban la tendencia. Pero el frenazo empezó a llegar apenas un mes más tarde de que los socialistas del siglo XXI experimentasen su peor momento. La izquierda retornó al poder en Argentina el 12 de diciembre de 2019.  En los siguientes 18 meses, como si sólo se hubiese tratado de un repliegue para tomar impulso, comenzó una serie de demostraciones de fuerza y victorias electorales.

Demostraciones de fuerza

También ese diciembre de 2019, por ejemplo, se iniciaba la primera de las tres olas de protestas sociales que han puesto de cabeza a Colombia. Tras aquellas movilizaciones contra el gobierno del ultraderechista Iván Duque y, a 11 meses de las elecciones presidenciales, el izquierdista Gustavo Petro lidera las preferencias electorales.

También en ese agitado final de año de 2019, Chile ingresaba a una espiral de violentas protestas sociales. Una movilización inicial que se había producido en octubre continuó sostenidamente hasta marzo y luego llegaron nuevas oleadas a lo largo de nueve meses contínuos.

El resultado fue un referéndum (el 25 de octubre de 2020) para que se apruebe una convocatoria a Asamblea Constituyente (el 14 de mayo de 2021) y, luego, la elección de asambleístas constituyentes. Las fuerzas de izquierda ganaron en ambas votaciones abrumadoramente. Además, Chile tiene agendadas sus elecciones presidenciales para noviembre de este 2021.

Los sondeos preliminares también favorecen a los candidatos de izquierda, mientras se ha producido una atomización en las fuerzas de derecha. El giro fue tan marcado que en determinados momentos se dudó de que el presidente Sebastián Piñera, del partido derechista Renovación Nacional, llegase a finalizar su mandato.    

El sorpresivo retorno del péndulo hacia la izquierda tuvo otra acelerada en octubre de 2020. Entonces, Luis Arce Catacora, del Movimiento Al Socialismo, fue declarado ganador de las elecciones presidenciales bolivianas. En febrero de 2021, un aliado del MAS, el ecuatoriano Movimiento de la Revolución Ciudadana, estuvo a punto de acentuar el giro. Pero, en lo que significa la mayor derrota coyuntural de la izquierda, su candidato, Andrés Arauz, fue derrotado por el empresario Guillermo Lasso, del derechista movimiento CREO, en el balotaje de abril.

Perú se suma a la lista

Con todo, la presencia de fuerzas izquierdistas en el Parlamento y gobiernos regionales ecuatorianos resulta aún significativa. Sin embargo, la derrota en Ecuador podría ser pronta y muy probablemente equilibrada en un país donde en su primera ola no pudo asentarse el Socialismo del Siglo XXI: Perú.

Luego de un reñido balotaje, Pedro Castillo, del frente Perú Libre, se halla mucho más cerca de convertirse en el nuevo presidente peruano que su rival Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. Tras haber finalizado el recuento de los votos, Castillo supera a su rival por el 0,2 por ciento de los votos, es decir, casi 50 mil, sobre un total de 25 millones. Dentro de dos semanas el Organismo Nacional de Procesos Electorales definirá los casos de ánforas impugnadas que podrían alterar el resultado.

El bajón derechista en Perú podría acentuarse a tal grado que, de no revertirse el resultado electoral, es probable que Fujimori sea detenida debido al caso Oderbrech.

Sin embargo, donde probablemente se defina si el continente queda varado en un equilibrio de fuerzas o vuelve a girar a la izquierda sea en Brasil. Las elecciones presidenciales están fijadas para la primera semana de octubre de 2022. Y en el coloso latinoamericano actualmente el favorito en los sondeos resulta Luis Inacio “Lula” da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT). Las intenciones de voto bordean el 50 por ciento a favor de “Lula” frente a cerca del 30 por ciento que recibe el hoy presidente Jair Bolsonaro.           

Las causas

¿Por qué el péndulo político latinoamericano alteró su ritmo? Aunque la ola izquierdista fuese frenada en Brasil y Chile, algo que por ahora se muestra improbable, la primavera conservadora resultó notablemente fugaz. Los analistas explican esta sorpresa en el factor que ha cambiado al mundo: la emergencia del coronavirus.    

El escenario latinoamericano enfrentaba antes de la llegada de la pandemia una compleja situación económica y social. En Argentina esa contracción ya le había costado la continuidad al gobierno de Mauricio Macri y facilitó el retorno del peronismo kirchnerista. Y tras la llegada de la primera ola de la Covid-19, los gobiernos en funciones vieron agravados aquellos difíciles escenarios económico-sociales.

América Latina registraba entre marzo y julio de 2020 la letalidad más elevada del planeta. Sumaba el 30 por ciento de los muertos por el virus (600 mil decesos) con sólo el 8 por ciento de la población mundial. Los gobiernos latinoamericanos no tuvieron la cintura de las potencias para lanzar billonarios paquetes anticrisis implementados en EEUU y Europa o el poder organizativo de las potencias asiáticas.

Entonces, con la llegada de una sobrecrisis en la que acataron casi ciegamente los dictados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 50 millones de latinoamericanos se incorporaron a las filas de la pobreza. Las reacciones sociales no se dejaron esperar y el discurso izquierdista resultó mucho más esperanzador. La memoria de la época de las altas cotizaciones de las materas primas y el chavismo, el evismo o el lulismo contrastaba radicalmente con el nuevo panorama. Peor aún, en varios casos la corrupción o graves errores a la hora de enfrentar la singular crisis pusieron por los suelos la imagen de las autoridades responsables del momento.

El ejemplo boliviano

Un caso ilustrativo resulta el boliviano, donde, en 11 meses, el gobierno transitorio responsable de las elecciones fraccionó a la oposición, hizo gala de corrupción y careció de capacidad para enfrentar la crisis sanitaria. El MAS volvió al poder con una holgada mayoría apoyándolo. Así lo han señalado analistas como Mercedes García, de la publicación especializada Latinoamérica 21 o Andy Robinson del diario Vanguardia.     

Otros factores señalados recuerdan que América Latina no ha escapado a la tendencia global de desarraigo con la política y de cuestionamiento de las élites políticas. El malestar con la democracia representativa y las políticas desarrolladas, así como el incremento de la desafección se vio reflejado en una escalada de protestas que llevaron a que 2019 fuera un año de enormes estallidos sociales en diferentes países latinoamericanos.

Luego vino el Covid-19; pero la probabilidad de que se reproduzcan las protestas sociales cada vez que la incidencia del virus decae son altas, pues los problemas no sólo no han desaparecido, sino que se han visto agravados. Es más, no han sido extraños casos en los que se ha desafiado abiertamente las medidas biosanitarias en medio de reacciones sociales desesperadas.

Mientras tanto, los gobiernos a tientas aprenden a adaptarse a las complejas demandas de los diferentes sectores sociales.

En ese escenario, para la derecha la habitual estrategia de defensa de la austeridad y del statu quo ante las reivindicaciones y necesidades sociales resulta difícil de sostener, pero tampoco halla opciones en tiempos tan difíciles. Peor les ha ido a quienes optaron por la represión y sumaron decenas de muertos, por ejemplo, en Colombia y Chile.

Mientras las izquierdas apelan a mensajes que calan en los sectores más castigados ya desde antes de la crisis Covid y a los que se han sumado tras el golpe pandémico.

Queda flotando la duda de si tras los nuevos escenarios de sucesivos desencantos la imagen de los nuevos gobiernos también resulte fugazmente exitosa.

Por Jesus

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