Cada 22 de julio se celebra el Día Mundial del Cerebro, gracias a la Federación Mundial de Neurología (WFN), que tomó la iniciativa de darle importancia a la salud cerebral y concienciar a la sociedad sobre cómo prevenir y cuidar el cerebro.

El cerebro o “materia gris”, como se le conoce comúnmente, es uno de los órganos vitales del cuerpo que controla las actividades cognitivas (pensar, abstraer, leer) y reacciones del organismo (acciones y funciones corporales en respuesta a estímulos sensoriales). Al igual que el resto del cuerpo, éste envejece con el paso de los años.

El envejecimiento del cerebro

Con la edad, el tamaño del cerebro disminuye, se pierden neuronas y se altera la producción de hormonas y neurotransmisores. Sin embargo, el cambio más importante que se produce es la pérdida de muchas de las conexiones entre las neuronas, unas células de larga vida que no se dividen y, por lo tanto, difícilmente se regeneran.

Otra consecuencia del envejecimiento cerebral es la acumulación de proteínas en forma de agregados que tienden a depositarse tanto dentro como fuera de las neuronas. Esto puede desencadenar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad, como la enfermedad de Alzhéimer o el Párkinson.

Medidas para frenar el envejecimiento

Inés Moreno González, investigadora en enfermedades neurodegenerativas, y Antonia Gutiérrez, autora e investigadora principal del Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned) de España, han publicado un artículo en la revista académica The Conversation que resalta lo siguiente:

La dieta es esencial para envejecer de forma saludable. La más recomendada es la mediterránea, que brevemente implica un bajo consumo de carnes y aves de corral, un consumo de bajo a moderado de lácteos, una cantidad moderada de alcohol (vino) y grasas (aceite de oliva), y una alta ingesta de verduras, legumbres, frutas, cereales y pescado.

Se ha comprobado que la dieta mediterránea reduce el riesgo de padecer fallos cognitivos y enfermedades como el Alzhéimer. Además, la restricción calórica o limitación de las calorías que ingerimos puede ayudar a retrasar el envejecimiento, señala el documento.

Además de cuidar la alimentación, es recomendable dormir ocho horas al día. El mantenimiento de un buen ciclo vigilia-sueño es esencial para muchas funciones cerebrales, por ejemplo para la eliminación de las toxinas del cerebro que se han acumulado durante el día. Mientras dormimos, el espacio que existe entre las neuronas aumenta, facilitando su limpieza y buen funcionamiento. Por lo tanto, mantener un sueño reparador favorece un envejecimiento más saludable.

El ejercicio regular y la actividad física son clave para disminuir los efectos del envejecimiento. Estudios clínicos indican que el entrenamiento físico con intensidad moderada juega un papel neuroprotector, ralentizando la disminución del volumen del cerebro y mejorando su funcionamiento. Concretamente, el ejercicio aeróbico mejora la función cognitiva, no sólo durante el envejecimiento sino también en personas que sufren enfermedades neurodegenerativas.

Por otra parte, se ha comprobado que aquellas personas que poseen un nivel educativo más alto o que mantienen una cierta actividad intelectual —leer, estudiar o adquirir nuevas habilidades— tienen una menor predisposición a desarrollar demencia. La base de esta neuroprotección está asociada a la formación de nuevas conexiones entre las neuronas.

Otros hábitos saludables también pueden ayudar a evitar los efectos del envejecimiento prematuro. Sin ir más lejos, mientras que una ingesta abundante de alcohol corre el riesgo de inducir fallos cognitivos, otras bebidas alcohólicas pueden ser beneficiosas para mantener una buena salud mental. El vino, por ejemplo, tiene un alto contenido en polifenoles, que tienen acción antinflamatoria y antioxidante.

Definitivamente, el tabaco es un hábito que se debe evitar, ya que se ha relacionado con la aceleración del envejecimiento y la aparición de problemas cognitivos y demencia.

Tampoco hay que perder de vista los factores de riesgos relacionados con enfermedades crónicas altamente prevalentes en personas de avanzada edad. El mantenimiento de la actividad e integridad del cerebro dependen, en buena parte, de los vasos sanguíneos que mantienen una buena irrigación. La hipertensión, la aterosclerosis y los niveles elevados de colesterol incrementan las posibilidades de desarrollar fallos cognitivos, ictus y demencia.

A esto se suma que la diabetes y la obesidad afectan al metabolismo de la glucosa y generan resistencia a la insulina. Ambas alteraciones podrían provocar daños crónicos a las neuronas y acelerar el envejecimiento cerebral.

Los trastornos del estado de ánimo tampoco ayudan. La depresión es un desorden emocional muy común en personas mayores y es producida por un desequilibrio en los neurotransmisores, que son las moléculas que usan las neuronas para comunicarse. Este desajuste podría traducirse en un mal funcionamiento del cerebro a largo plazo, lo que aceleraría el envejecimiento cerebral.

En síntesis, la clave para mantener un cerebro sano y joven es la misma que para el resto del organismo. Es decir, hay que mantener una dieta sana, dormir las horas suficientes, evitar el consumo en exceso de alcohol, huir del tabaco y el estrés, realizar ejercicio moderado, y evitar el desarrollo de otras enfermedades o, al menos, mantenerlas bajo control.

Por Jesus

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