La lava del volcán Cumbre Vieja en la isla española de La Palma (archipiélago de Canarias, suroeste) perdió velocidad ayer pero avanzaba sin freno, multiplicando los estragos a su paso ante la impotencia de los vecinos.

La lava “se ha ralentizado pero sigue su camino inexorable”, advirtió en conferencia de prensa Ángel Víctor Torres, presidente regional de las Islas Canarias, aconsejando a los vecinos no intentar nada contra ella y evitar maniobras que les pongan en peligro.

“Ante el avance de la lava, que tiene bastante altura, no se puede hacer nada”, admitió. “Ni una barricada, ni una zanja, ni un parapeto paran de ninguna manera el avance de la lava. Ojalá así fuera, pero no lo es, es imposible”.

La erupción, que se inició el domingo, arrasó ya 154 hectáreas y destruyó 320 edificaciones, informó ayer el sistema de medición geoespacial europeo Copernicus, en un incremento notable respecto a sus datos anteriores.

La llegada de la lava al mar despierta temor por las reacciones que provoca, y se había dado por descontada. Sin embargo, ya no es segura porque el descenso del magma ha ido perdiendo velocidad.

“Las coladas avanzan muy lentamente, 12 metros han avanzado en 12 horas”, indicó el presidente regional.

Según los últimos datos del gobierno canario, estas ardientes columnas grises y naranjas se desplazan ahora a cuatro metros por hora, engullendo la vegetación y las construcciones que encuentran a su paso.

Por Jesus

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