A finales de los años sesenta, recién publicada “The Sandino affair”, la biografía escrita por Neill Macaulay, Sergio Ramírez y sus camaradas sandinistas se movieron rápidamente para traducirla al español y enviar un embarque de 5.000 ejemplares a Managua. El libro quedó retenido mientras el director de aduanas se lo llevaba al dictador Anastasio Somoza. “Y qué tiene que ver esto conmigo”, le vino a decir alguien que se sentía intocable al funcionario antes de permitir el ingreso de la biografía. La anécdota la cuenta entre risas Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 79 años), que ha podido perder la esperanza de volver a corto plazo a su país, pero ni de lejos el buen humor.

Su última novela, “Tongolele no sabía bailar”, lleva dos semanas retenida en las aduanas de su país. El escritor está convencido de que las últimas peripecias del inspector Morales, centradas en las protestas de 2018, han sido el detonante que ha llevado al régimen a emitir una orden para arrestarlo. “Ya se sabe que los libros prohibidos tienen un enorme atractivo”, concede irónico Ramírez, quien no esconde su pesar durante una entrevista en Costa Rica, donde se instaló después de un chequeo médico en Estados Unidos por el que salió de Nicaragua en junio. Aquí ya vivió exiliado antes de que los sandinistas derrocasen a Somoza e iluminaran a la izquierda mundial con los destellos de una revolución devenida en farsa, cuatro décadas después, por uno de sus impulsores.

-¿Por qué cree que han emitido la orden de arresto ahora?

Todo es por la novela. Esta orden de prisión es un exabrupto. Están persiguiendo gente que en sus mentes representa una amenaza política, porque son candidatos presidenciales o porque Ortega y su mujer (Rosario Murillo) se han sentido amenazados por gente como Dora María Téllez, que tienen capacidad de organizar a las mesas desde los barrios, desde la izquierda. Por eso, son temidos para ellos. En mi caso, no represento una amenaza política, pero me meten en ese saco, con los delitos que han inventado para apresar adversarios antes de las elecciones.

-Se le imputan delitos de “lavado de dinero, bienes y activos; menoscabo a la integridad nacional, y provocación, proposición y conspiración”. Parece que solo le falta que le acusen de que llueve. Cuando lee todas las acusaciones, ¿qué le pasa por la cabeza?

Creo que es un momento de cólera. Sus operadores les debieron preguntar de qué me acusaban y dijeron: “De lo que sea”. El fiscal es un escribiente y queda mejor llenarlo de todos los delitos que tienen en el menú. Ortega quiere llegar a (las elecciones de) noviembre como sea, sin importarle el mundo, peleándose con Argentina, con México, con España. Se refugia en Rusia, en Venezuela, en Cuba. Él piensa que ese terreno lo gana después, que una vez que gana las elecciones se sentará a negociar, a ofrecer presos, tiene suficientes rehenes. 

-¿Alguna vez pensó que llegaría el momento en que lo quisieran detener?

La gente decía que había tres intocables: Ernesto Cardenal, Gioconda Belli y yo. Aquí hay una combinación de cálculo político. Ortega decidió desmantelar el aparato electoral legítimo, que no tuviera estorbo para ganar las elecciones, tenía pánico a una campaña electoral, yo siempre lo tuve claro. Iba a ser un pretexto para salir otra vez con la bandera a protestar y estaba claro que no lo iban a tolerar. No quería ningún riesgo. En ese esquema yo no quepo. Cuando me llamaron a la Fiscalía yo ya sentí que estaba en riesgo. Nunca rehusé ir, reuní mis documentos de la relación de mi fundación con la fundación Violeta Barrios, que era para financiar talleres de periodismo. No me pidieron ni un solo papel, me hicieron preguntas tontas, banales, pero yo sentí que la cosa había cambiado de naturaleza.

-Porque la orden de arresto va más allá…

Esconde una condena de privarme del país, puede ser que el resto de mi vida yo no pueda volver a Nicaragua, lo tengo claro y tenemos que adaptarnos a esa idea, tenemos que procesarlo. No tenemos alternativa.

-¿Duele más que esta persecución venga de alguien con quien tuvo una relación tan especial?

No, yo eso ya lo asimilé hace tiempo. Yo nunca fui un amigo, un camarada de Daniel Ortega. Tuvimos una buena relación de trabajo, trabajé muy cerca de él, pero no siento que haya perdido un amigo.

-¿Qué futuro le espera a Nicaragua?

A corto plazo, un futuro muy negro, de mucho dolor, la opresión no va a terminar de la noche a la mañana, no veo una Nicaragua donde La Prensa vaya a circular libremente, donde a Carlos Fernando (Chamorro, periodista) le permitan dirigir Confidencial sin que le peguen un tiro… Pero bueno, las tiranías no duran para siempre.

79 años tiene el escritor

que ganó el Premio Miguel de Cervantes, Premio Alfaguara de Novela, Beca Guggenheim en Artes, América Latina y Caribe.

EL ESCRITOR CONTINÚA CREYENDO EN LO IMPOSIBLE

REDACCIÓN CENTRAL

Sergio Ramírez relata que cuando regresó a Nicaragua, le provocó escribir una serie de crónicas sobre la represión porque, según el escritor, cuando alguien lee en un informe de una comisión de derechos humanos que hay 427 muertos, es una estadística, por lo que nadie lee un informe.

“Y veo algunos casos a explorar, los que más me llamaban la atención. Iba teniendo un libro de crónicas, que ahí está. Pero me hice una reflexión, recordé que cuando escribí una crónica de Haití para El País yo fui ahí. Yo no estuve en los escenarios de las protestas de Nicaragua, son crónicas de segunda mano, empecé a reconstruir lo que otros periodistas vivieron. Eso no me funcionaba salvo que fuese en una novela”, explicó.

Consultado sobre si se sigue considerando un revolucionario, afirmó que dejó de creer en la lucha armada hace tiempo, porque ha sido un pretexto para las tiranías.

“Si un día en Nicaragua pudiésemos hacer un cambio que no dependiese de la lucha armada quizás las instituciones tuvieran un chance de fortalecerse y dominar a las pasiones continuistas. Si no creer en la lucha armada me despoja de ser revolucionario, ni modo. Para mí la escogencia ahora es muy clara: democracia o dictadura. Pero sigo creyendo en lo imposible, y lo imposible ahora será poder regresar.

Por Jesus

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