Francisco Morales (44) y Jorge Pérez (25) perdieron la vida en enfrentamientos por conflictos de tierra

Dos personas perdieron la vida en los enfrentamientos por la toma del predio Santagro, en la provincia Guarayos: Francisco Morales (44) y Jorge Pérez (25). Sus familiares no encuentran consuelo y piden justicia, visiblemente consternados.

Jorge

“Pedimos justicia, ¡esperaban que mi hijo muera para que hagan algo! ¿Por qué así?”, cuestiona la mamá de Jorge, entre sollozos y voz quebrada, frente al ataúd del retoño que acunó en su vientre. “Queremos justicia, ¡por favor!”, clama en un susurro, con la voz apagada por el dolor y abrazada a una de sus hijas.

Están velando a su hijo, y en las sillas ocupadas puede verse a gente joven. “Puro jóvenes”, destaca José Wálter Pérez, papá de Luis, el segundo de sus hijos. Camina cerca del ataúd de su hijo, y no necesita decir nada, su rostro expresa el dolor de su pérdida, la impotencia, la frustración de haberlo perdido.

Familia de Luis Pérez vela sus restos en San Pedro

Después le cuenta a EL DEBER que el problema de tierras es viejo. Y, al igual que su esposa, critica que solo después de que hubiera fallecidos las autoridades lleguen a San Pedro, el lugar donde viven. “Pedimos que se haga justicia”, afirma.

“El gobierno siempre tiene que mirar por la gente campesina, no creo que esté de lado de los empresarios“. Yo pienso que se va a poner del lado de los campesinos y tiene que escucharnos, porque sino, vamos a tener que hacer lo que hace San Julián: vamos a llegar a bloquear… lo que sea, pero tenemos que ser escuchados”, expresa este padre que tiene que esperar que un médico forense revise a su hijo fallecido.​

“Pueden decir que ha muerto de gripe -me dijeron-; entonces, por eso estamos dando la orden para que lo vea el médico forense y no quede en la impunidad”, dice resignado.

Francisco

Hace varios años la familia de Francisco le perdió la pista. Lo buscaron, pero no lograron tener noticias suyas. Cuando finalmente las nuevas llegaron, no eran buenas. Los medios de comunicación informaban de su deceso. Cinco hermanos suyos llegaron desde Cochabamba para darle encuentro a su cuerpo sin vida.

Una de las hermanas, casi no consigue hablar, pero se esfuerza para contar que el hombre de 44 años era su hermano, su “hermanito”, que se había perdido.

“(Lo) Hemos buscado por todos lados, no ha aparecido. Ayer (miércoles) en la tarde nos hemos enterado de que se ha matado a mi hermano”, solloza, la mujer. “Hace años que no lo veía. Se ha perdido mi hermanito”, explica, pero el llanto es más fuerte que todo. “No es (un) animal mi hermano para que (lo) maten”, dice con la voz desgarrada. Las palabras sobran. Abraza a una joven, que es su hija. “Era mi tío”, dice ella, y ambas lloran, gimen… dan alaridos y su pena contrasta con el sol radiante que hay en el lugar.

Jorge Zúñiga es el cuñado de Francisco. Habla con EL DEBER, en representación de la familia. Su relato da cuenta de las peripecias que tuvieron que hacer para tener el cuerpo de Francisco.

“Llegamos a medianoche, buscamos a la Policía, buscamos la Felcc, buscamos fiscales: no había nada. Y todo el día ya estaba así (el cuerpo), en la intemperie; como perros muertos», dice indignado. De manera que, a las 2:00 am tomaron un vehículo para llegar hasta el lugar donde Francisco había sido victimado. “(Nos fuimos) sin ninguna seguridad, porque se trata de familia”, cuenta.

Los familiares de Francisco no querían que nadie tocara su cuerpo. Por eso, a las 4:00 am, tuvieron un “intercambio de palabras” con la Policía. Zúñiga critica que las leyes, en Bolivia, no se cumplan, que no se practiquen.

“A las 5:00 de la mañana salimos, (a) 7:00 de la mañana llegamos de aquí. La Policía nos pasó (pidió ir) a formalizar todas las cositas que (tienen que ver) con la parte del hospital. Ahora no nos extiende el desistimiento, hasta ahora la Policía. Con eso nos pone un obstáculo para darnos el certificado de defunción y no lo tenemos por ese requisito. Es una pena la parte administrativa, cómo se maneja”, critica Zúñiga, visiblemente molesto.

“Lo mataron como animal; primero lo torturaron y, luego a quemarropa, le perforaron el cuerpo con un arma, que se llama escopeta. Tiene más de 20 perforaciones. Le han hecho trizas la parte interna. Murió ahí, boca abajo, (así estuvo) todo el tiempo”, describe indignado.

Zúñiga está, también, resignado: “Que (le) hagan autopsia, que hagan ¡lo que quieran! no lo van a revivir. Que tomen las precauciones preventivamente para (evitar) los posteriores (casos)”. Dice no conocer nada acerca del conflicto de tierras.

Por Juan de Dios Peña Gomez

Gerente Administrador de Taxi-Noticias

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