Una de las sedes del torneo de selecciones más antiguo del mundo -la otra es Argentina- sufre una profunda crisis social. Los colombianos piden, a través de las redes sociales, que no se realice en su territorio


La semana pasada, las manifestaciones obligaron a la Conmebol a sacar del país cinco juegos de Sudamericana y Libertadores.

El fútbol continental regresó a las canchas cafeteras el miércoles en un ambiente todavía muy crispado. En Barranquilla, sede de la Copa, Junior y River jugaron con bombas aturdidoras como telón de fondo y el encuentro fue suspendido temporalmente por gases lacrimógenos. En Pereira, el juego entre Atlético Nacional y Nacional de Uruguay se retrasó una hora por una protesta frente al hotel en el que se alojó la visita.

«No es normal venir a jugar un partido de fútbol en una situación tan inestable, en medio de lo que está viviendo el pueblo colombiano» reclamó el DT de River, Marcelo Gallardo, tras el partido.

El continente entero vio al ‘muñeco’ con los ojos enrojecidos por los gases y a sus jugadores usando las cantimploras para lavarse el rostro. «Ahora vemos las manifestaciones tanto presenciales como virtuales contra la Copa América, es decir, ya se metieron directamente» con la competencia, añadió Pino.

Mientras tanto un tercer pico de la pandemia agobia al sistema de salud del país, al borde del colapso.

«En cualquiera de los dos escenarios estamos pagando ese karma (…) en el 2001 éramos todos haciendo fuerza para demostrar que este país podría recibir gente, que no era un país terrorista», analizó César Polanía, editor de deportes del diario El País de Cali.

Ahora «hay fuerzas divididas», añadió.

Por Condori Luis Pedro

Diseñador y Administrador de Noticias en la Web

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